
Las así
llamadas carnes ecológicas se venden como medio para
reducir la exposición de
las personas a hormonas y toxinas químicas.
Physicians Committee for Responsible Medicine (PCRM)
Physicians Committee for Responsible Medicine (PCRM)
Somos flexibles y tolerantes, cada vez más, pero los datos
son abrumadores y nos convencen. El Comité de Médicos por una Medicina
Responsable (PCRM) liderados por Neil
Barnard tienen una impecable trayectoria en EEUU para demostrar los efectos
beneficiosos del vegetarianismo.
Leer con atención este artículo porque no tiene desperdicio.
Un regalo que nos ha enviado el Dr. Francisco Mata
El Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA)
afirma que, los animales criados de forma ecológica deberán ser alimentados
ecológicamente y tener acceso a espacios abiertos. No se les suministraran
antibióticos ni hormonas de crecimiento. Las cosechas orgánicas deberán ser
cultivadas sin utilizar la mayoría de los pesticidas convencionales ni
fertilizantes basados en el petróleo o aguas residuales.
Sin embargo, mientras que la concentración de algunos
contaminantes podría reducirse, el hecho de consumir carne ecológica no reduce
el riesgo frente a enfermedades que siguen siendo las mayores asesinas de
americanos. Colesterol, grasa (especialmente grasa saturada), y proteína animal
son los principales culpables en la carne asociados con altos riesgos de
enfermedades cardiacas, diabetes y algunos tipos de cáncer. También se asocian
con el desarrollo de los muchos factores de riesgo que conducen a estas
enfermedades, incluyendo obesidad e hipertensión.
Los productos animales, se produzcan como se produzcan,
incrementan el riesgo de padecer muchas enfermedades.
El colesterol se encuentra en todos los productos de origen
animal
El hígado produce de forma natural todo el colesterol que el
cuerpo humano necesita, por lo que nunca se requieren de fuentes externas del
mismo. Todos los alimentos de origen animal – productos lácteos, carne (no
importa el tipo), pescado, huevos – contienen colesterol, mientras que las
plantas no lo contienen.
El colesterol es un causante de problemas. Primero, se suma
a tu propio colesterol, por lo que aumenta los niveles del mismo en tu
sangre.[1] Todos somos diferentes, pero por regla general, cada 100 miligramos
de colesterol en tu dieta diaria añaden unos 5 puntos a tu nivel de colesterol
total. ¿Cómo se traduce esto a tu plato? 114 gr. de ternera o pollo, con o sin
piel, contiene unos 100 miligramos de colesterol.
Incluso el menos grasiento de los filetes de pollo contiene
colesterol, porque este se esconde en los tejidos musculares. En general, el
pollo contiene solo un poco menos de grasa que la ternera – un 23% frente a un
29% - y mucha de ella es grasa saturada bloqueadora de arterias, la peor clase.
En lo que se refiere al contenido de colesterol, el pescado
varía. 114 gr. de atún tienen 40 miligramos de colesterol, mientras que el
abadejo o la trucha arcoíris contienen más de 80 miligramos. Ninguno se acerca
ligeramente a estar ‘libre de colesterol’ y en algunos pescados los contenidos
son extremadamente altos – el marisco como por ejemplo gambas, langosta y
cangrejo. Gramo a gramo, las gambas contienen el doble de colesterol que la
ternera.
El colesterol en los alimentos puede suponer un alto riesgo
para la salud incluso de aquellas personas sin altos índices de colesterol
propios. Numerosos estudios, tales como el llevado a cabo por el Western
Electric Co. cerca de Chicago, [2] han demostrado que cuanto más colesterol
consumes, mayor es el riesgo de bloqueo de tus arterias, independientemente de
los niveles de colesterol en sangre. Menos colesterol en tu plato significa
menos riesgo de problemas cardiacos – hasta un 50% menos – se reduzca o no el
nivel de colesterol en tu sangre.
Los alimentos que contiene colesterol deberían ser evitados
completamente. Una conferencia internacional de eminencias a la cabeza de la
investigación sobre enfermedades cardiacas, incluyendo a Michael DeBakey, M.D.,
Dean Ornish, M.D, entre otros muchos, concluyó que ‘la ingesta optima de
colesterol en un adulto es probablemente cero’, [3] reiterando con ello la
conclusión a la que llegaron investigadores de Harvard.[4] Una dieta que
contenga carne roja, así como pollo, pavo, pescado, ternera, huevos o productos
lácteos, no es una dieta de contenido cero en colesterol.
Grasas Saturadas
La grasa saturada de los alimentos es incluso peor que el
colesterol – y su contenido no se ve afectado por el estatus de ecológico. Las
grasas saturadas son particularmente dañinas porque estimulan al hígado a
producir más colesterol. El término ‘saturada’ significa simplemente que la
molécula de grasa está totalmente cubierta por átomos de hidrógeno. Las grasas
saturadas son fácilmente reconocibles ya que son sólidas a temperatura
ambiente, mientras que las grasas insaturadas son líquidas. La grasa se aprecia
en todo tipo de carne por lo que, la única forma de evitarla es evitar la carne
totalmente. Incluso la pechuga de pollo o de pavo cocinada sin piel contienen
una cantidad importante de grasa saturada; alrededor de un 20% de las calorías
provienen de la grasa animal escondida en los músculos. Y entre un 15% y un 30%
de la grasa del pescado es grasa saturada. Un estudio publicado en el Diario de
Medicina de Australia y Nueva Zelanda demostró que las personas que adoptan una
dieta vegetariana reducen, de forma natural, la ingesta de grasas un 26% y
consiguen un descenso importante de los niveles de colesterol en solo 6
semanas.[5]
Osteoporosis
La proteína animal de cualquier fuente es mala para los
huesos. Estudios han demostrado que la proteína animal provoca una mayor
pérdida de calcio y aumenta el riesgo de fracturas y osteoporosis.[6-8] Hace
muchos años se creía que la proteína animal era beneficiosa, pero hoy en día se
piensa que es parte del problema y no de la solución. Las proteínas procedentes
de las plantas – en alubias, cereales y verduras – parecen no tener este efecto
negativo en los huesos.[9]
Problemas de disfunción renal
Las proteínas liberan nitrógeno en la sangre al ser
ingeridas y metabolizadas. Cuando se consume demasiada proteína, esta produce
presión sobre los riñones que deben expulsar los deshechos a través de la
orina. Dietas altas en proteína se asocian a disminución en la función renal.
Con el tiempo, las personas que consumen grandes cantidades de proteínas,
especialmente proteína animal, se arriesgan a la perdida permanente de la
función renal. Investigadores de Harvard denunciaron que las dietas altas en
proteínas se asociaban con un descenso significativo en la función renal,
basándose en observaciones tomadas en 1624 mujeres participantes del proyecto
Estudio sobre la Salud de las Enfermeras. La buena noticia es que el daño se
encontró únicamente en aquellas mujeres que ya tenían la función renal
disminuida al iniciar el estudio. La mala noticia es que hasta 1 de cada 4
adultos en los EEUU podría sufrir ya de disminución en la función renal, lo que
sugiere que la mayoría de las personas con problemas renales, no son
conscientes de estos y no se dan cuenta de que las dietas altas en proteínas
podrían ponerles en riesgo de mayor deterioro. Los efectos dañinos en los
riñones fueron vistos únicamente con proteína animal. La proteína procedente de
las plantas no tuvo efectos perjudiciales.[10]
Enfermedades cardiacas
Los cuatro factores de riesgo más importantes para padecer
una enfermedad cardiaca son: altos niveles de colesterol, tensión alta,
tabaquismo y un estilo de vida sedentario. Ninguno de estos factores puede
paliarse cambiando al consumo de carnes ecológicas.
La dieta puede ser un tratamiento efectivo frente a las
enfermedades cardiacas. Sin embargo, las actuales pautas nacionales, que
recomiendan los cortes magros de carne y pescado, no son suficientes. Un
estudio del Diario de Medicina de Nueva Inglaterra demostró que los efectos del
Programa Nacional Educativo sobre el Colesterol Paso II Dieta de Colesterol,
que incluía cortes magros de carne y pescado, son ineficaces en el tratamiento de
enfermedades cardiacas. Incluso entre pacientes que cumplieron 100% con el
programa, esta dieta demostró una reducción de tan solo un 5% del colesterol
LDL.[11] Para pacientes con un nivel de colesterol de 250 mg/dl (6.5 mmol/L),
por ejemplo, una disminución del 5% significa unos niveles de 235 mg/dl (6.1
mmol/L) lo que es todavía demasiado alto para nuestra seguridad. No solo dicha
dieta no recude los niveles de colesterol de forma efectiva, sino que no
revierte el bloqueo arterial y, de hecho, permite que dicho bloqueo empeore
gradualmente en la mayoría de pacientes. Tristemente, estudios como este, que
han investigado lo que se considera el ‘patrón oro’ en tratamientos dietéticos,
han llevado a muchas personas a creer que únicamente la dieta no puede ser un
tratamiento efectivo para la prevención o inversión de las patologías cardiacas
– esto no podría estar más lejos de la realidad.
Se ha demostrado de forma consistente que las dietas basadas
en plantas son el método más eficaz para prevenir y revertir las enfermedades
cardiacas. Los vegetarianos tienden a estar más delgados, tener niveles de
colesterol más bajos, menos presión arterial y padecen menos enfermedades
cardiacas. Un estudio clínico que utilizó la dieta vegetariana baja en grasa
demostró una inversión real de la enfermedad al reducir el bloqueo de las
arterias coronarias[12] – algo que las ‘prudentes’ dietas bajas en grasas que
incluyen productos animales, no han sido capaces de demostrar.
Cáncer
Los contaminantes que se encuentran en productos de origen
animal pueden derivar en un incremento del cáncer. Sin embargo, muchos de los
conocidos cancerígenos encontrados en la carne, no se reducirían al cambiar a
carnes ecológicas. La contribución de la carne al riesgo de padecer un cáncer,
parece surgir de sus componentes nutritivos, altos en grasas saturadas y
carentes de fibra, más que de las condiciones de producción. La carne,
ecológica o no, que se cocina a altas temperaturas, tiende a contener
cantidades considerables de amina heterocíclica, cancerígenos que aparecen
mientras la carne se cocina. Un estudio del 2005 sobre los aminas demostró que
cerca del 80% de los estudios realizados en humanos encontraron una conexión
entre la incidencia del cáncer y el consumo de carnes muy hechas.[13]
Enfermedades transmitidas por los alimentos
Las enfermedades transmitidas por los alimentos son otra
seria preocupación derivada del consumo de carne, especialmente aves. Los
contaminantes microbianos que viven en el tracto intestinal de los animales,
puede fácilmente aparecer en cualquier tipo de producto cárnico.
Desde 1993 hasta 1997, se denunciaron ante los centros de
Control y Prevención de Enfermedades (PCE) 2.751 brotes, incluyendo 86.058
casos de intoxicación alimentaria. Patógenos bacteriales causaron el 75% de los
brotes en el 86% de los casos.[14]
Las infecciones más comunes transmitidas por los alimentos
son las causadas por la campilobacteria (asociada a productos procedentes de
las aves), salmonella (ternera, aves, leche y huevos) y la E. coli 0157 H7
(ternera picada). Otros patógenos transmitidos por los alimentos incluyen
listeria (productos lácteos) y vibrio (marisco). Los alimentos con más
probabilidad de contaminación son los crudos de origen animal, tales como la
carne cruda, los huevos crudos, la leche no pasterizada y el marisco crudo.[15]
Anualmente, se informa al PCE de unos 40.000 casos de
salmonelosis y, alrededor de 600 muertes son asociadas a estos casos. Pero el
PCE estima que el número real de infecciones podría ser 30 veces mayor, ya que
no se diagnostican o se informa de los casos más leves.[16] Desde 1990 hasta
1992, El Servicio de Inspección y Seguridad Alimentaria (SISA) encontró
salmonella en el 25% de las parrillas analizadas. También se estudiaron 25 gr.
de ternera cruda (1.4% dieron positivo en salmonella), cerdo (4.8%), pollo
(15.7%) y pavo (8.5%).[17] Estas muestras infectadas por bacterias se tomaron
de productos vendidos a consumidores.
Según el PCE, la Campilobacteria es la segunda a la cabeza
de las causantes de diarreas en los EEUU. Se calcula que la Campilobacteria
afecta a más de un millón de personadas cada año y causa alrededor de 100
muertes.[18] Este organismo coloniza fácilmente el tracto intestinal de las
aves pero, normalmente, no provoca enfermedad alguna en el animal. Esto
significa que es poco probable que se detecten las aves infectadas utilizando
los actuales métodos de inspección de los mataderos.
La contaminación microbiana de la carne y las aves de corral
es un gran problema y una enorme preocupación para las personas que consuman
cualquier producto de origen animal. Con productos contaminantes en las cocinas
y restaurantes, la contaminación cruzada y el contagio serán problemas en auge.
Pescado: Exposición a Químicos Tóxicos
El Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA)
no ha establecido todavía las directrices ecológicas para el pescado y el
marisco, así que los problemas actuales con los contaminantes en el pescado
podrían existir perfectamente en los llamados pescados ecológicos.
Cuando el agua pasa a través de sus branquias, los peces
absorben contaminantes. Muchos de estos químicos no se descomponen en el medio
ambiente, pero se disuelven fácilmente en aceites y pueden acumularse en los
tejidos grasos de los peces. Se ha establecido una conexión entre algunos
químicos tales como los bifenilos policlorados (PCBs) y varias enfermedades en
niños de mujeres que consumieron pescado contaminado con PCBs durante el
embarazo. Estos incluyen nacimientos con bajo peso [19] y efectos negativos en
el desarrollo neurológico y cognitivo.[20] Los PCBs fueron utilizados
originalmente como aisladores eléctricos y fluidos hidráulicos antes de ser
prohibidos en los EEUU en 1979, pero su impacto perdura. Según el Consejo de
Investigación Nacional, los PCBs se encuentran en todos los sitios en los que
se ha analizado el pescado. De hecho, el pescado es la fuente más significativa
tanto de PCBs como de mercurio para los humanos.[21]
El mercurio, causante de problemas en el desarrollo
neurológico y que puede traspasar la placenta de una mujer embarazada, es otro
problema a tener en cuenta a la hora de consumir pescado. El Mercurio se
introduce en el medioambiente de forma natural y a través de la polución
derivada de la industria. Prácticamente todo el pescado contiene mercurio, pero
peces más grandes y viejos, tales como el tiburón o el pez espada que se
alimentan de peces más pequeños, acumulan cantidades extremadamente altas de
mercurio. Este pescado representa la mayor amenaza para las personas que lo
consumen de forma regular. En enero de 2001, la Administración de Medicamentos
y Alimentación emitió una advertencia en la que decía que, debido a los niveles
astronómicos de mercurio, las mujeres embarazadas no debían consumir los
siguientes 4 peces: pez espada, tiburón, caballa real y blanquillos
(Malacanthidae). Estas variedades exceden los estándares de seguridad de 1
parte de mercurio por millón (ppm). Estudios científicos insinúan que incluso
menores y más regulares dosis de consumo de mercurio pueden derivar en leves
deficiencias neurológicas en niños, tales como un bajo índice intelectual, tono
muscular anormal y pérdida de la función motora.[22]
Dignos de mención son también los DDT y los DDE, pesticidas
que fueron prohibidos y que se conoce son extremadamente tóxicos y que residen
todavía en el medio ambiente. Estudios han demostrado una relación directa
entre el consumo de pescado y los niveles en sangre de PCBs, DDT y DDE.[23-25]
Una dieta por todas las razones correctas
Para aquellos interesados en promover una dieta saludable,
es importante enseñar y comprender los muchos factores que toman parte en la
salud y enfermedad, y adoptar prácticas que se dirijan a la salud íntegra.
Mientras que las pautas ecológicas pueden ayudar a mejorar ciertos aspectos de
la salud, no pueden ayudar prevenir la obesidad, la presión arterial alta, la
diabetes, las enfermedades cardiacas y muchos tipos de cáncer. Tampoco pondrán
remedio a la contaminación medioambiental y los peligros resultantes para la
salud que plagan la producción y consumo de alimentos procedentes de los
animales. Una dieta basada en plantas que es naturalmente baja en cancerígenos,
patógenos, grasas causantes de enfermedades y colesterol, es la mejor medicina
para promocionar una vida saludable.
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Traducción: Encarna Marza
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